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María Yolanda


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Putumayo, tejedora etnia Kamentsá

Doña María Yolanda Chindoy Mutumajoy tiene 67 años. Pertenece a la etnia kamentsá y vive con sus cuatro hijos -todos artesanos como ella- en la vereda La Menta, a 20 minutos en carro desde el pueblo de Sibundoy (Putumayo, sur de Colombia).
Doña María Yolanda me enseña a portar la corona de celebración de su comunidad (una estructura circular en madera recubierta manualmente con hilos de colores vivos desde la que penden hasta cincuenta cintas de chumbe tejidas en telar que contienen símbolos de los kamentsá) y el rebozo característico de las mujeres en un solo color con franja dorada en los bordes.
Doña María Yolanda teje en su guanga (telar vertical de madera) a diario y se ocupa de transmitir lo que sabe a su nieto Wilder de 14 años.
Doña María Yolanda me enseña cómo se realiza el saludo en su lengua cuando llegas a la casa de un vecino:
- “Sacramento”, dice el que llega a la puerta.
- “Mishoijtan” (siga), contesta el que se encuentra en la casa.
- “Boajtan” (buenas tardes) o “Basté” (buenos días), saluda el recién llegado.
- “Mabo” (entre), responde el anfitrión.

ABDUCIDA POR EL PUTUMAYO 


Dejas atrás el departamento de Nariño cuando llegas al bosque de frailejones más tupido que hayas visto nunca. Antes de presenciar semejante espectáculo, la Laguna de La Cocha te espera para compartir tu arrobamiento durante unos kilómetros de esa vía uniforme y curva que serpentea entre Nariño y Putumayo, dos departamentos al sur de Colombia. 
Tierras verdes y onduladas donde el agua se escucha borbotear favoreciendo la vida humana, vegetal y animal. Aunque la avalancha ocurrida en 2017 en su capital, Mocoa, haría pensar lo contrario dados los muertos, desaparecidos y damnificados que dejó por errores humanos.
Putumayo: territorio de indígenas ingas y kamentsá que, tras la Colonia y su barbarie de imposición cultural-religiosa-económica, ha sido también (desde las emigraciones de fines del siglo XIX), hogar para los llamados colonos, población colombiana no indígena llegada sobre todo desde el vecino Nariño.
Agricultores, artesanos y ganaderos. Familias conviviendo en el Valle del Sibundoy, una batea que algún ser “supremamente” magnífico diseñó para hacerte creer que la belleza existe en colores verdes salpicados de flores, sauces, frutales y totoras (casi inexistentes ya). Cuatro municipios: Sibundoy (llamada capital cultural), San Francisco, Santiago y Colón. Casi 25 mil habitantes a los que ningún político candidato a presidente ha osado empapelar con publicidad electoral. Hay vacas y ovejas (las menos). Con ellas, carne, queso fresco y leche. Hay sobre todo y desde siempre MAÍZ. Con los granos dorados que inmortalizan los artesanos mediante simbología aplicada sobre chumbes, manillas, mochilas y collares se ha erigido el Indígena desde tiempos inmemoriales (interesante leer cómo llegó el maíz mexicano hasta Colombia en el capítulo I de “Historia mínima de Colombia”, escrito por Jorge Orlando Melo).
Hoy existen todavía las sopas tradicionales de las mazorcas desgranadas con coles, frijoles, ahuyama y otros tubérculos. Aunque les toca convivir con el pollo broaster y las papas fritas de la modernidad.
Es la región del Alto Putumayo hacia la que nos dirigimos en comisión del Programa de Moda y Joyería de @artesaniasdecolombia.

 

ABDUCIDA POR EL PUTUMAYO / El chumbe

Tanto ingas como kamentsá del Putumayo (e incluso la etnia misak en Silvia, Cauca) tejen un cinturón de lana para las mujeres que recoge la simbología de sus tradiciones. 
Como escribe el investigador Benjamín Jacanamijoy en su libro “El chumbe inga”: “el arte de tejer tiene relación con el arte de vivir y por lo tanto con el arte de tejer una historia”.
Encontramos en el Valle de Sibundoy el chumbe utilizado todavía a diario por las mujeres ancianas y ocasionalmente, para las festividades del Carnaval del Perdón cada domingo de Ramos en febrero, lo portan las jóvenes y de mediana edad.
Cada fragmento del chumbe, cada símbolo alude a una idea o elemento de la naturaleza. Para llevar el chumbe y fajarse con él conviene conocer sus significados.
Los colores aluden también a diversos conceptos. Las más frecuentes combinaciones son verde y rojo; fucsia y azul; fucsia y amarillo; fucsia y verde.
Aunque el grosor usual está entre 5 a 7 centímetros de ancho y 5 a 8 metros de largo, también las artesanas indígenas tejen estrechos chumbes para colgar como cintas de las coronas que cubren sus cabezas.

 

Sobre el Autor: 

 

 

Texto original autorizado por 

www.sentadaensusillaverde.com

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